Mente Posible #MP

por @ValeraMariscal, management, psicología, gamificación, innovación

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Lo imposible no es demostrable

Hace años que vengo retando con esta frase en los cursos que imparto.

Comenzó siendo en los relacionados con innovación y creatividad, posteriormente en todos los demás.

La frase, «eso aquí es imposible» es como una campanada del demonio, que retumba, tumba en todas las organizaciones, y en todas las bóvedas craneales, que la componen y que no se insonorizan adecuadamente. Una campanada con la que Satán nos aturde, nos convence con sus ecos, «más vale malo conocido…», «si, la teoría está muy bien, pero…» y muchos otros pensamientos cuyo resultado es: «Que bien se está en el sofá, acércame otra cerveza.» Es decir, condenarnos para la eternidad a la zona de confort, tan calentita, y tan alienante.

Si, está comprobado, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. ¿Comprobado? ¿Por quien?

Lo que yo he visto es que en las personas que más resultados obtienen, las que sacan adelante a la sociedad, a su familia, a sus amigos, la palabra imposible aparece con menos frecuencia. ¿Hay algo más desmotivador que ser profeta de la imposibilidad? Como dirían los motianos, «ir pa na es tontería». Lo que está demostrado es que las personas que atisban la posibilidad, lo intentan con más ahínco. Y en muchos casos lo consiguen o al menos se acercan: ejemplos de los Curie, los Ramón y Cajal, los Fleming, … no se hubiesen dado si no tuvieran claro que lo único demostrable es la posibilidad de lograrlo. Que de los retos, de los enigmas y de los problemas sólo es posible demostrar que si tienen solución y que se demuestra cuando se encuentra, sin embargo lo contrario es cuestión de creer en que nunca vendrá un nuevo descubridor que lo logre.

Las personas que componen la organización y con más razón los que la lideran, deben ser conscientes de esto, de que su misión es encontrar la solución, demostrar lo posible. Si su actitud es la contraria y se dejan abatir o seducir por la imposibilidad, entonces el freno está puesto.

Lo imposible, amigos, lo imposible es cuestión de fe.

P.D. : Gracias a @bego_zalbes por moverme a escribir esto, aunque fuera sin intención. 🙂

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Preferimos tener razón a ser felices

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«if men define situations as real, they are real in their consequencesteorema de Thomas

 

 

Es increíble lo que vende la desgracia.

Parece que una noticia buena, no es una noticia; y lo que es peor, parece que un pronóstico bueno, no es un buen pronóstico. «Piensa mal y acertarás» dicen con cara de «ya te digo». Si se te ocurre pensar positivo o imaginar finales felices, te llaman cándido, «¡Aaay, pero qué ingenuo eres!». Ser optimista no tiene glamour.

Lo que tienes que hacer es imaginarte lo peor, no solo te harán caso, sino que serás el experto. Si contratas wifi: «Ten cuidado, chaval, que con eso se te meten los virus, … Tengo un amigo que le estafaron todo el sueldo por Internet,…». Si te compras un coche: «Está bien, aunque me han dicho que esta serie de este modelo está dando problemas,…». Si pones alquilar un apartamento: «… No se como te atreves, yo tengo una tía que a la que dejaron a deber más de un año y le quemaron la cocina,…», da igual que el dato corresponda al 0,001 %, ellos lo saben y tú hazles caso.

Nos dedicamos a pensar en negativo con pasión, a pesar de intuir que puede no ser sano. Conocemos como nuestra tramposa atención selectiva fiel aliada del sesgo de confirmación lleva a nuestros sentidos a buscar sólo aquellos datos y hechos que confirmen nuestra hipótesis previa. Seguimos guiando nuestro destino hacia la desgracia con placer místico: «Uhhh, esta farola aquí está muy mal, ya verás cono un día se la pega alguien, …» 15 años después, un tipo curda, frena contra el farol y queda allí durmiendo la mona. Mientras, suenan las alarmas y dices satisfecho: «Ves, ya te dije yo que esa farola estaba mal puesta». Te alejas ufano pensando cómo la humanidad es tan tonta de no haberte nombrado ministro de fomento, o algo.

No es solamente el sesgo de confirmación, este se acompaña del sesgo de negatividad. Además, hay algo peor, el fenómeno de la profecía autocumplida o autorrealizada descrito por Merton: Los seres humanos funcionamos de tal forma que una vez que hacemos una predicción, inconscientemente ponemos todo nuestro empeño para que sea acertada. «Yo es que para eso no valgo…» y lo intenta y no sale, ¡Bingo! «ves, es que yo para eso…»

Así, seguimos todo el tiempo, pensando mal y acertando, menudos lumbreras estamos hechos.

Cuando veo las resistencias que se producen al hablar de la actitud positiva, más de una vez afirmo que preferimos tener razón a ser felices, sobre todo cuando oigo respuestas como: «bueno eso es muy bonito en teoría», «Eso esta muy bien pero, es que en nuestra empresa es distinto», «claro con gente razonable eso sería lo normal, pero lo que yo tengo aquí», etc. Nos gusta tanto pasarlo mal que recopilamos todos los datos para tener razón: «No, si yo no soy pesimista, soy realista».

¿Qué podíamos esperar si comenzamos nuestra historia metiendo la pata por una manzana? ¡Pero mira que había árboles! y desde entonces estamos castigados en el rincón: «ganarás el pan con el sudor de tu frente» Con este comienzo cualquiera se toma las cosas a risa: «no seáis felices que es mejor no destacar».

Ya lo decía Paul Watzlawick en «El arte de amargarse la vida» ¿Qué seríamos o dónde estaríamos sin nuestro infortunio?

Sed felices, ¡Uy, perdón, que es lunes!

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