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por @ValeraMariscal, management, psicología, gamificación, innovación

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Oiga caballero, de usted

Formalismos, distancia y experiencia de cliente.

Hemos de reconocer que por bien que siente un esmoquin no hay como la experiencia de usuario de un pijama.

En general, los libros de atención al cliente y los de estilos de relación tradicionales primaban el formalismo como una muestra de respeto y servicio al cliente, y por ello recomiendan siempre el uso predominante del usted en una relación con clientes. Sin embargo, como pasa con tantas cosas, las formas se oxidan y su aspecto se deteriora.

En tiempos de inmediatez el usted se muestra como una distancia de partida que ralentiza el entrar en una relación cómoda y de confianza como la que nos aporta el . En los mundos del , el usted puede ser sospechoso. La distancia psicológica de un usted es mayor que a un . A menor distancia psicológica, mayor probabilidad de influencia y mejor comodidad de experiencia de usuario.

Naturalmente, el uso de estas formas varía según la costumbre en diferentes zonas de uso del español. En este post, me refiero especialmente al español medio de la España peninsular, pues en otros casos, el usted o el vos se usan de manera más habitual y no solamente en comunicación formal o profesional.

Una evidencia de esto es la escena en la que el responsable de un servicio y un cliente comienzan a discrepar. Cuando el conflicto tiende a complicarse se produce un cambio hacia el usted con ciertos formalismos como la inclusión de la palabra «caballero». Personalmente, cuando oigo: «Oiga usted, caballero» siento que la cosa no va bien, por muy cortés que parezca la fórmula.

La pregunta que queda para el debate puede ser: ¿Es Usted una fórmula útil en la relación con el cliente o es más bien un alejamiento psicológico?

Y tu, cuando eres cliente: ¿qué prefieres?

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Los clientes son los padres

Sabio FrestonOtra vez el nuevo curso, y otra vez nuestros padres nos levantan a las 7,30 para ir al cole. Ya pasaron las vacaciones en las que nos dejaban dormir un poquito más.

Recordáis la escena:

La mamá, despertándote cariñosa y firme a la vez:

  • Venga, Carlitos, despiértate, tienes que ir al cole, sabes que no debes llegar tarde.
  • Jo, pero no quiero, me aburro. – murmura mientras se acurruca Carlitos.
  • Ya hijo, pero mira, tienes que ir porque si no luego te ponen falta.
  • Ya pero es que los niños se meten conmigo.
  • Si, pero tienes que ser disciplinado y responsable – Suspira la madre, y le recuerda ya un poco cansada – y sobre todo porque tú eres el maestro.

Es increíble lo que nos costaba de niños despertarnos pronto y lo que les costaba a nuestros padres empujarnos día a día, minuto a minuto:

  • Despierta, hijo, no te lo repito más.
  • Venga – ya con cierto desespero – desayuna, no te entretengas.
  • Deja de jugar y ponte el abrigo.

Era difícil, y sin embargo, ya adultos no necesitamos ni el despertador para levantarnos. Se terminan las vacaciones, y ahí estamos, dispuestos para la batalla. ¡Hay que ver cómo hemos ganado iniciativa, responsabilidad y otras cosas de mayores!

Pero ¿Es esto es así realmente? ¿quién nos despierta?¿quién nos hace desayunar sin entretenernos en tonterías? ¿quién nos anima a ir al trabajo?

¿Nosotros? no creo. Si por nosotros fuera estaríamos pegados a la almohada hasta el segundo aviso del hambre o del pis.

No, ahora los que nos recuerdan la responsabilidad son los clientes*. O eso es lo que parece, pero yo me he dado cuenta del hechizo: los clientes son los padres; lo que pasa es que un potente y perverso encantamiento del Sabio Frestón los tiene ahí disfrazados para  que sigan  dándonos caña sin que los veamos, para que nos hagan trabajar y ser mejores. Si no fuera por ellos, estaríamos del sofá al parque toda la semana.

Así que, como queremos a los papás, hemos de querer a los clientes, que, a veces importunan pero sabemos que es por nuestro bien y por que nos quieren.

Os dejo unas pistas que me hicieron sospechar del Sabio Frestón:

Pistas para descubrir que los clientes son los padres

Padres

Clientes
Te despiertan a pesar de que sigues con sueño Lo mismo
Te obligan a asearte y peinarte Lo mismo
No te dejan jugar en el desayuno o después Lo mismo
Se molestan si llegas tarde Lo mismo
Siempre están pendientes de que no pierdas el tiempo Lo mismo
Quieren que dejes ser perezoso y les ayudes Lo mismo
No te dejan que digas palabrotas Lo mismo
Te conviene mantenerlos contentos Lo mismo
Les debes tu existencia Lo mismo

¿ Y tú? ¿Te has dado cuenta de más pistas?


* El Sabio Frestón es muy travieso y dónde unos ven clientes otros ven jefes, pero es una ilusión, en el fondo es igual.

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Brocheta de clientes con crujientes de sudoku. (o como pasar del cliente)

Dificultad: Media, se necesita cierta experiencia

Precio: Económico.

Tiempo de preparación: Al menos media hora por cliente.

 

 

 

Ingredientes:

  • Varios clientes al natural, mejor si están un poco escamados.
  • Un lugar de atención preferiblemente con ventanilla y mal indicado.
  • Una sala de espera caliente y oscura.
  • Un par de impresos incomprensibles.
  • Varios pinchos de tasas, facturas, contratos,…, también pueden venir bien unos suplementos bien afilados.
  • Kilo y medio de cara de perro y  un puñadito de respuestas groseras
  • Un chicle
  • Un sudoku

Preparación:

Enfriamos el lugar de recepción del cliente, lo dejamos con poca luz y lo disimulamos convenientemente.

Ponemos los clientes a macerar unos minutos, para que cojan sabor. Como aliño, puedes añadir unas hojas sueltas de revistas viejas.

Mientras vamos repasando el sudoku con esmero, tendremos cuidado de no prestar ninguna atención a la presencia de clientes, para que absorba mejor los aromas.

Cuando veamos que ya han cogido algo de olor, levantamos la mirada del sudoku con desgana,  y añadimos la cara de perro con mirada de: «Me acabas de joder el sudoku ¡Individuo!».

Este es un momento delicado y no debemos dejar que hable mucho. Los clientes tienen tendencia a quejarse y si escuchas demasiado se te ablandarán y perderían la textura que les dejo el sudoku. Métete el chicle en la boca, mastica y recibe con total desinterés.

En ese momento,  aplícale un par de formularios, y dale la vuelta, poniéndole en la plancha sobre la que rellenará los impresos.

Uno a uno, vas preparando varios clientes y los vas dejando reposar en la sala contigua, previamente calentada, para que además de tostados, suden.

Mientras, continuas con el sudoku, y se pongan crujientes por dentro.

Cuando los clientes están listos, pásalos de nuevo por la ventanilla y por turnos, les vas clavando con la tasa de servicio correspondiente, cuidando que queden bien ensartados, si alguno está un poco duro, puedes aplicarle un suplemento especial más afilado para que quede bien sujeto.

Una vez hecha la brocheta, les das un poco de brasa con «el procedimiento OT-34 de la central»,  «esto es lo que hay» y «las normas no las pongo yo».

Como adorno, puedes terminar y haciendo un par de bombitas con el chicle mientras miras al cliente de arriba abajo.

Notarás que están hechos por que comienzan a ponerse negros. Entonces, los sacas de la recepción, para que se oreen. Si se te ponen pesados puedes ayudarte un agente de seguridad, eso es señal de que están en su punto.

Truco:

En la cocina tradicional, el sudoku puede ser sustituido por un crucigrama, si no tienes a mano, también quedan muy bien con un teléfono móvil.

 

 

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