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I
Érase una vez un bonito pueblo que tenia a lo lejos unas montañas azules. Las llamaban… las Montañas Azules.
Todos en el pueblo admiraban el horizonte hermoso que podían disfrutar cada mañana. El lugar que todos los veranos les enviaba el viento fresco y que en primavera y otoño regalaba las lluvias.
Un día, unos niños del pueblo, curiosos e inquietos, preguntaron a los mayores que qué había en estas montañas ¿Cómo son esas montañas? ¿Qué hay allí? Preguntaban.
Los del pueblo se encogían de hombros: “Nadie ha estado allí jamás”, decían. Otros contaban que era peligroso, que si nadie había ido por algo sería. Los más agoreros decían: si alguna vez fue alguien no se supo que volviera nunca. El caso es que, por una cosa o por otra, nadie se acercó a ver cómo eran esas montañas, ni sabían qué había en ellas.
Tres de esos niños, más intrépidos que prudentes, más traviesos que obedientes, más inquietos que tranquilos, más pillos que un pedillo en una clase de ballet, … pues eso, estos tres, decidieron salir del pueblo y viajar hasta las montañas, andando.
Y allá se fueron, con sus bolsas de comida, con sus calabazas de agua, con sus silbidos corales y con sus sacos de dormir.
El viaje fue más largo de lo que pensaron, pues no tardaron un día, no tardaron dos, tardaron … tres. Y, sorpresa, al llegar: NO HABÍA MONTAÑAS AZULES. ¡Eran verdes!
A largo del camino casi no notaron el cambio, pero ya de cerca, lo veían con claridad, estaban llenas de verde vegetación: hierba, árboles y arbustos, verdes.
A medida que se adentraban en ellas, iban descubriendo más maravillas, los miles de tonos verdes estaban salpicados de pájaros, flores y frutos de miles de colores. Entre los verdes más oscuros se oían las risas de las cascadas de agua. Y de copa a copa, volaban las notas de los cantos de las aves.
Un valle, asomaba a sus pies con un río claro, vital y caudaloso. Ante el espectáculo, los niños, comenzaron a reír, se bañaron en sus aguas, después, jugaron en sus orillas, subieron a los árboles y comieron sus generosas frutas. Satisfechos, sestearon en la hierba, pensando en todas las riquezas y maravillas que tenían esas montañas, que contentos se pondrían en el pueblo cuando se enteraran.
¡Los del pueblo! ¡Los padres! La emoción les había despistado, se habían olvidado de ellos, tenían que volver. ¿Qué estarían haciendo en el pueblo? ¿Qué estarían haciendo?…
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maricela martinez on 26/03/2015 at 01:34 said:
hermosoooo cuentoo
Juan J. F. Valera Mariscal on 26/03/2015 at 17:04 said:
Me alegro de que te guste :), gracias.
Gloria Isabel Vélez Gómez on 10/07/2015 at 22:06 said:
No puede terminar la lectura porque expiró el link. Download link is expired. Please get new download link. Por favor quisiera saber el final. gracias
Juan J. F. Valera Mariscal on 10/07/2015 at 22:11 said:
Voy a ver que pasa
Juan J. F. Valera Mariscal on 10/07/2015 at 22:12 said:
Si lo descargas ¿dejarás un comentario?
Juan J. F. Valera Mariscal on 10/07/2015 at 22:23 said:
Hola Gloria, inténtalo ahora !