Dificultad: Ninguna, para directivos principiantes.
Precio:Económico. Tiempo: de 3 a 6 meses. |
Ingredientes:
- Un empleado.
- Un lugar de trabajo bien caliente.
- Unas ramitas de tareas monótonas.
- Unas cuantas tareas urgentes sin mucha importancia.
- Un frasco entero de criticas despectivas e irónicas.
- Si quieres darle unos toque de sabor le puedes añadir un poco de caras agrias y comentarios ácidos.
Preparación:
Toma un empleado fresco, si tienes tiempo, lo mejor es que lo selecciones tu mismo en el mercado.
Límpiale bien el cerebro con un onboarding denso y aséalo para que tenga buena presencia.
Coges el puesto de trabajo y lo calientas con un clima de tensión y mal rollo durante unos días. Cuando esté todo listo, introduces el empleado con halagos a sus cualidades y promesas de promoción.
Déjalo reposar unos meses sin hacerle mucho caso, que se vaya dorando solo.
Cuando comience a dorarse, ponle a prueba con una tarea monótona sin valor. Antes de que termine, cámbiale las prioridades y dale una tarea fútil y urgente con poco tiempo para realizarla y, a ser posible, para la que no esté cualificado. Cuando esté casi terminando, lo recubres con unos cuantas críticas a su forma de trabajar y a su falta de compromiso. Una vez que termine, no tengas en cuenta el resultado y tiras lo que te entregue haciéndole ver que ha trabajado para nada.
A partir de ahí, cambia de criterio de prioridades cada día de tal manera que le sea imposible vislumbrar el objetivo de su trabajo y limite su visión a menos de un día. Ni se te ocurra planificar nada o quedará poco hecho por dentro.
En esta fase, a veces, puede expeler un tufillo creativo y ponerse a dar opiniones y proponer mejoras, es un proceso natural en algunos tipos de empleados mal seleccionados. Intenta prestar poca atención a sus ideas o puede que se te pase y lo eches a perder, con paciencia dejará de tenerlas.
Cuando comience a hincharse, sácalo para que repose y le puedes poner a enfriar en alguna cena de empresa o con cualquier viaje incentivo corporativo.
Lo interesante es dejarlo tostadito y crujiente para que esté doradito y le saques jugo, que no se queme demasiado porque si no lo tendrás que tirar.
Al cabo de un año tendrás un empleado sabroso y ligero que se conservará perfectamente a temperatura ambiente sin estropearse. Lo puedes dejar en la despensa para que tu empresa se lo pueda ir comiendo poquito a poco.
Truco: Al emplatarlo, lo puedes adornar con una hermosa corbata de seda que siempre queda bien y da color.
Juan J. F. Valera Mariscal on 06/07/2012 at 06:32 said:
Un error en los comentarios los ha desactivado la semana pasada. Creo que ya está solucionado: Copio uno que recibí por email y os invito a dejar el vuestro:
«yo prepararía otra receta ya para «alimentos» en la despensa. Como aprovechar las sobras, restos y /o arreglar desaguisados de platos quemados, salados, crudos… vamos, lo habitual en estos tiempos…»
Mónica on 17/07/2012 at 16:20 said:
Por favor Juan, ¿para cuándo otra receta? Está genial. El enfoque es muy innovador ¡Engancha!
Mónica García
Juan J. F. Valera Mariscal on 17/07/2012 at 16:31 said:
Pues dede ya puedes ver la receta de brocheta de clientes,
http://www.valera-mariscal.com/blog/2012/07/05/brocheta-de-clientes-con-crujientes-de-sudoku/
Un canto al antiservicio al cliente. Y pronto hablaremos de algunos directivos cuya organización… no cuento más.
Mauro Maneiro on 23/08/2012 at 20:01 said:
Excelente!!!, que triste realidad… Los empleados no son un recurso ante todo son personas.
Juan J. F. Valera Mariscal on 25/08/2012 at 10:23 said:
Gracias Mauro, somos personas y hemos de preocuparnos por saber cómo sienten las personas. Uun saludo